22 de febrero de 2016

Mi faro

Sé que soy un desastre, por mucho que lo niegues. Sé que te pone de los nervios que llegue tarde a todos los sitios. Que nunca sepa que ponerme. Que sea la persona más despistada del mundo y te robe las llaves de vez en cuando.
Sé que rompo en pedazos tu ordenado mundo. Que mi cabezonería tampoco ayuda. Y que no hay cosa peor para ti, que verme llorar.
Pero, a pesar de todos mis defectos, de todo mi repertorio de tonterías y estupideces... Sigues aquí.
Sigues esperándome cuando llegamos tarde, sigues mirándome resignado mientras saco una prenda tras otra del armario. Te armas de paciencia cuando rompo tus esquemas, aguantas mi cabezonería... me abrazas y me besas mientras limpias mis lágrimas.
Muchas veces me pregunto, si de verdad merezco todo lo que me das. Me aterroriza pensar que algún día pueda sobrepasar tu paciencia y me mandes a la mierda.
Pero entonces llegas tú. Tú y tus ojos negros, que me repiten la misma frase: "Nunca, nunca te dejaría. Eres mi vida. Y esos miedos sólo son tonterías".
Y así, ese faro en medio del mar que es tu abrazo, vuelve a lucir y me devuelve a tierra. Sana y salva, apagando toda tormenta y tirando del sol para que vuelva a brillar allí arriba, en el cielo, al igual que tu sonrisa.
Gracias por estar siempre ahí y sacarme de la oscuridad en la que a veces yo misma me interno.
Tú también eres mi vida, desde el día que apareciste en ella.


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