15 de septiembre de 2013

Devaneos

Busco, pero no encuentro. Creo que ni siquiera sé lo que busco.
Me hablan, oigo, pero no escucho. Últimamente nadie me dice nada interesante.
Bebo, puede que para olvidar, para salir de este entorno deshabitado que me rodea. Bebo, pero el alcohol ya no afecta a mis neuronas.
Miro paginas en blanco, sin tocar un mísero bolígrafo; la inspiración también se ha ido.
Duermo, duermo pero nunca es suficiente. En realidad pienso que duermo porque es la única forma que tengo de salir de mi cuerpo, de volar lejos. Y eso es como una droga para mí. La única que me queda.
Pasan los días y todo sigue igual, nada tiene sentido, nada me importa. Vivo rodeada de gente, pero, en cambio, me siento sola, abandonada. He dado todo de mi y ahora estoy vacía. No tengo ganas de seguir adelante. Quisiera desaparecer, dejar de existir.
Me asusta ver cómo he cambiado de un día para otro. Me he convertido en un fantasma. Una sombra de lo que siempre fui. Finjo estar bien, o, al menos eso es lo que respondo cada vez que me preguntan "¿Cómo estás?" Bien, gracias parece ser la respuesta universal. Acompañada de una fingida y triste sonrisa, por supuesto. No quiero que nadie sepa lo que pienso en realidad. O puede que sí; puede que esté esperando a esa persona que sepa leer más profundamente en mis ojos y vea que no, no estoy bien. Que me de la mano y me ayude a pisar tierra firme, que me aparte de este abismo tan magnético al que vivo constantemente atada. Vacilando en si dejarme llevar o permanecer allí, inerte.
A ese alguien, si existes; por favor, rescátame.

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