15 de abril de 2014

Encuentro inesperado

Caminando por la calle. Mirando las fachadas de las casas antiguas del centro de la ciudad. Soñando, como siempre, imaginando aquella calle a principios del siglo XX al son de la música que retumba en mis oídos. De repente algo me hace mirar hacia el frente. No. No puede ser. ¡Mierda! No estoy preparada para esto... Saco el móvil, fingiendo hacer algo con los dedos sobre la pantalla y giro discretamente hacia la parte derecha de la calle, bajo los soportales. Espero que no me haya visto. Rezo por que no lo haya hecho.
Sigo andando hacia delante, sin valor para levantar la cabeza. Tras unos pocos pasos, unos pies se han detenido delante de mi.
- ¡Hola! ¿Qué, no me oías?- Es él. Sonriendo. Parece que se alegra de verme.
- ¡Oh! ¡Hola! No... estaba...- Le señalo el casco que me acabo de quitar de la oreja.
- ¿Qué tal estás? Hacía tiempo que no te veía. Te veo bien.

¿Qué se supone que debería responder a eso? "Muy bien ¿y tú?" 
Sí, esa sería una respuesta políticamente correcta y que además, conseguiría enmascarar todo lo que siento y que, por supuesto, no quiero que él sepa. Pero, ¿y después qué? Ya sé, él me contestará lo mismo, que está muy bien, que está feliz, y todo gracias a ella, claro. No os confundáis, no tengo nada en contra de esa chica. Bueno, en realidad sí. Lo que tengo es un nudo en la garganta. Ganas de llorar cada vez que pienso en él. Él, que está con ella. Él, que no está conmigo. Le echo tanto de menos que moriría feliz después de que él me diera un abrazo. Ni un beso. Un abrazo. Uno de esos abrazos con los que me rodeaba completamente, me apretaba contra su pecho, y podía oír su respiración sobre mi cabeza, tan calmada. Era sólo en aquellos momentos cuando me sentía feliz. Cuando sentía que él estaba ahí y que nada ni nadie podría hacerme sufrir nunca más. Nadie salvo él.
Sí, sé perfectamente que él no tuvo la culpa. Fui yo. Lo sé y no hay día que no me arrepienta, que no quiera dar marcha atrás y cambiar todo lo que pasó. ¿Por qué fui tan estúpida? ¿Por qué no vi que era él? ¿Por qué no vi que quien ocupaba mi cabeza entonces no era más que un barato impostor? Estaba tan ciega... Cuando quise darme cuenta ya era tarde. Ya no podía hacer nada. Cada vez que me decidía a hablarle, de mis sentimientos, de mi error, surgía algo que me apartaba más de su lado. Al poco tiempo me di cuenta de lo inútil que resultaban todos mis esfuerzos, y desistí. En parte por eso, en parte porque no deseaba oír de su boca aquel sonoro "no" que siempre aparecía en mi mente al imaginar la escena, tan ridícula.
Puede que haya sido una cobarde, es más, sé que lo he sido. Pero no podía. No soportaba aquellas conversaciones entre amigos oyendo lo contento que estaba, las ganas que tenía de volverla a ver. Ella, a la que había conocido por casualidad hacía apenas unas semanas. 
Y yo, la que nunca creyó en las casualidades, mostraba lo mejor que podía una falsa sonrisa al ver la foto de aquella chica. Ni siquiera sé como pude aguantar esas charlas sobre ella. Contestando a las preguntas que él me hacía sobre cómo debía actuar con ella, dándole consejos... Ahora que lo pienso, esto suena más masoquista de lo que yo creía. Definitivamente estoy mal de la cabeza.

-Muy bien, ¿y tú?- Lo sé, lo sé, pero era la única salida posible.
- ¿Yo? Genial. Mañana viene mi novia, así que deseando que pasen las horas. - En un momento sentí cómo algo se desgarraba dentro de mí, dejándome casi sin respiración.- Si quieres quedamos mañana un rato y te la presento.
- No.- No, no, no, piensa algo rápido, piensa algo rápido...- Se acercan los exámenes y tengo que estudiar como una loca. Me paso los días en la biblioteca.- ¡Uf! Bien.
- Bueno, no pasa nada, otra vez será.- dijo subiendo los hombros con un leve gesto de resignación.
- Sí, claro... Me alegro de que te vaya bien con ella.- Mentira. Es la mentira más gorda que he dicho en mi vida. Lo único que quiero es que ella no exista, o que nunca la hayas conocido, y, que, no sé, por arte de magia supieras todo lo que siento. Que me cogieras de la mano y me besaras suavemente. Allí, en medio de la calle. Pero eso es imposible. Suerte que sé mentir bien...

De nuevo me encontré sola. Ya se había ido. Me puse el casco y seguí mi camino como pude. Empezó a sonar «Tourner la page» Sí, muy oportuna la cancioncita... ¡No es tan fácil!
Tras aquel breve encuentro lo supe. Seguías siendo el centro de mis pensamientos, y me iba a costar más de lo que creía. Me iba a costar olvidarte.



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